Música de samba y sabor a caipiriña
Por Miguel Abálsamo
Para Ecos Diarios, desde Brasil
FLORIANAPOLIS.- Domingo muy temprano un coqueto café abierto, como todo comercio que quisiera hacerlo en día de elecciones. Allí, en este soleado lugar turístico del sur brasileño no podía escapar el tema dominante la elección presidencial.
De comercio a comercio con artículos de todo un poco al pasar sus dueños o quienes atendían debatían sobre el voto a Lula o Bolsonaro, con elevada pasión. Entre el hablar rápido mucho grito y poca escucha, algo alcance a entender, y pacientemente terminé de saborear un buen café y les pregunté, por separado, la disímil opinión que terminaba de oír volviendo, a mi criterio, irreflexivos. Sin embargo me dejaron a su manera afirmaciones muy interesantes, después de haber leído y escuchado a tantos expertos en política internacional.
«Yo voto a Bolsonaro, un hombre de unos 40 años con musculosa, para que no vuelva el fracasado socialismo que podemos mirar en el desastre de Venezuela y Nicaragua ni hablar de la dictadura cubana ¿y en tu país? (me había presentado como argentino previamente) «no emití palabra alguna sobre la realidad que se vive en esos países, casi risueñamente le dije «mi país es indescifrable, no sabemos que queremos, menos a dónde vamos, ni siquiera quien lo preside».
«Yo voto a Lula» me dijo, quien atendía un modesto polirubro comercio vecino al anterior «no quiero que la derecha se perpetúe en el poder, viene por cuatro años más y termina como Getulio Vargas, sentado en el sillón sin elecciones con apoyo de las fuerzas armadas.
Rápidamente me di cuenta que, al igual que mucha gente con quien hablé en el estado de Santa Catarina en una larga lista de las principales ciudades: Florianopolis, Camboriu, Bombinhas, Ipanema, no se establece en la mayoría de los casos un cruce verbal sobre proyectos, sino la enorme diferencia imposible de conciliar, bajo el anatema los socialistas de izquierda y por el otro lado los nacionalistas de derecha.
Brasil, entre las doce mayores economías del mundo con 145 millones de habitantes está políticamente dividido en dos claras realidades. Lula ganando en el norte, donde se radica la mayor pobreza del Brasil y Bolsonaro triunfando en las zonas industriales, turísticas y productivas, con San Pablo y Río de Janeiro a la cabeza. Un punto y medio es nada de diferencia en millones de personas y consecuentemente millones de votantes
La frase del domingo 30
Un taxista de avanzada edad que reflexionaba en la tarde del domingo con los números cerrados me dijo: «Bolsonaro perdió no por oír lo que hizo, sino por lo que dijo»
A veces un candidato cae por decir y no hacer. Bolsonaro mostró tal dureza en sus declaraciones que abrió heridas empujando sus posibles votantes a la indecisión.
Cada uno tiene su propio relato, una cuota parte de lógica impera en un Brasil que, a diferencia de la Argentina, tienen políticos que piensan en su patria con convicciones en sus proyectos, por eso apasionan a gran parte de la población habiendo escasa apatía.
Un detalle que me sorprendió, casi nadie oculta su pertenencia ideológica expresada en automóviles, camisetas identificadoras y en los comercios donde no falta un distintivo.
Los brasileros no han perdido esa pasión. Aun las nuevas generaciones con las asignaturas pendientes que les han dejado los sucesivos gobiernos.
Un mar de incertidumbre
Las horas posteriores al comicio no son fáciles, se viven con incertidumbre en ciertos sectores de la población aun habiendo sido con el sistema de voto electrónico el que fue puesto en duda por el «bolsonarismo» en algunas regiones y dudas del PT en ciudades donde las encuestas lo daban empatados y perdieron valiosas gobernaciones y cuerpos legislativos, vitales estos últimos para gobernar en un país tan dividido.
Nada es producto de la casualidad menos en política, con clima brasileño de alta temperatura al que se le han sumado los cortes de ruta; protestas autoconvocadas y manejos de estrategias con algo que uno puede percibir; suena fuerte pero real, la democracia no alcanza a la valorización como en otros países, es como si les perteneciese a cada sector que acomoda el relato como verdad absoluta de acuerdo a su idea.
Neymar une lo que la política separa
A días del Mundial, algo suele servir a los países con conflictos, más aún en tierra carioca no hay lugar comercial, desde el más modesto café al paso o elegante que no haya un televisor con un partido de fútbol pendiente de ávidos espectadores de cualquier clase social. La camiseta brasileña no tiene «lulistas» o «bolsonaristas» sin diferencia esperan la Copa del Mundo con la confianza máxima, como siempre y con justa razón.
«Esto si une a nuestro pueblo» nos dice el propietario de un conocido hotel de Porto Bello, sin dejar un concepto sobre el astro Neymar quien “mostró su apoyo a Jaír”.
En esta visita no faltó el encuentro con argentinos, siempre en cualquier lugar del mundo habrá un compatriota, en este caso varios, que me hicieron una perfecta definición sobre el voto de Brasil » geográficamente parecido al de la Argentina». Allá se espera el conurbano, clave La Matanza, acá en Brasil los estados más pobres del norte para equilibrar una balanza electoral, volcada masivamente para Lula.
La experiencia de una elección es mayor “in situ”, en vivo y directo donde no te lo cuentan y el relato queda a un lado.
Si Lula es capaz y tiene la visión de estadista, con mesura y grandeza de entender al otro y no aferrarse a socialismos vetustos el “gigante verde” seguirá avanzando, si se cierra en lo suyo, vivir para adentro, mantener la pobreza sin crecimiento entrará en dificultades.
Como repite ese vendedor callejero de mil batallas en la vida «ya los pueblos no aguantan años, sea quien sea quien gobierne si no mejoran su vida».
Nueva etapa en Brasil, con su vida diaria, turismo, fútbol
alegría natural y una incógnita sobre el futuro, que es mañana temprano para sus millones de habitantes.///