El goleador no quiere que el fútbol lo deje
Carlos Parisey dejó atrás una carrera brillante en los torneos de la Liga Necochea, pero está lejos de colgar los botines
A los 16 años ya jugaba en la Primera del Club Atlético Rivadavia y en tus casi 25 años de carrera en la Liga Necochea de Fútbol ganó siete títulos y marcó más de 130 goles. Con tanto en la mochila, Carlos Parisey podría relajarse los domingos y ver la Premier League que tanto le gusta. Pero ganándole al sillón, con 40 años cumplidos, también está lejos de colgar los botines y sigue animándose en el fútbol comercial, siendo pieza clave del equipo Alpargatas o dice siempre presente con la camiseta de los Abogados en las Olimpiadas Interprofesionales.
El año pasado jugó un puñado de partidos con Villa Díaz Vélez, el club “de amigos” que lo cobijó sus últimas tres temporadas en la Liga, pero con injusta reserva para su figura, se retiró este año definitivamente de la competencia de clubes. Aunque claramente esa decisión no pasó por su corazón, sino por su físico. “Dejé de entrenar a fines del año pasado. Me le lesioné jugando en Poulsen y tuve que dejar. Te lo vas tomando bien. (El retiro) te va sucediendo, por las lesiones o los dolores, no podes entrenar más de dos o tres días seguidos. O terminás de jugar un partido y, aunque sea un comercial, terminás todo dolorido, por dos o tres días. El cuerpo te va pasando factura”, se resignó “Carlín”.
De defensor a goleador
De alguna manera su exitosa carrera estuvo marcada por las lesiones, que no le permitieron tener continuidad o frustraron su proyección. En contrapartida, terminó así siendo un referente de nuestras canchas, identificado para siempre con los colores del Club Rivadavia, desde las infantiles. “Jugaba de líbero, pero a los 13 años mi carrera hizo un vuelco cuando Omar Pérez me puso de delantero”, recuerda Parisey sobre aquellos años en los que veía más cerca el arco propio que el ajeno. Junto a Martín Dindart, Roberto “Piqui” Palacio y Diego Elía, serían referentes de esa generación decana que fue campeón en Sexta, Cuarta y Primera. “Con los años hice amigos a montones, aprendés códigos, a ser responsable, a querer competir. La mejor de las enseñanzas”.
De copas
“Algunos piensan que ganamos siempre todo, pero cuando arrancamos con la categoría 79 éramos últimos o anteúltimos. Fuimos peleando bien de abajo, entrenando en el predio “Zugazúa”. En 1995 llegamos a Primera y fuimos haciendo buenas campañas pero ni cera de una final”, advierte. El punto de inflexión fue en 2000, con la llegada de Abel Coria como director técnico: “Se sumaron jugadores que venían de Villa (Miguel Martiarena, Walter Senesi, Diego Reynoso, Pablo Fuhr entre ellos), que conocíamos de enfrentarlos, y se hizo un grupo buenísimo, sumando experiencia con juventud, que fue lo mejor. Fue el que más me marcó, porque fue el primero. Para un jugador de pueblo, lo que buscas es llegar a Primera con tu equipo y ser campeón”.
Sobre la conquista, recordó vívidamente que “le ganamos por un punto a Del Valle” e hizo referencia al triunfo clave en la penúltima fecha en cancha de Mataderos “con los jugadores de Del Valle mirando en la tribuna, yo hice el 3-2”. Era el partido decisivo, ya que en la última fecha cerraban con un rival más accesible y terminó siendo goleada 3-0 en el Panamericano sobre Palermo para asegurar la vuelta olímpica en el Torneo Apertura. Parisey anotó 15 goles en 11 partidos. En el Clausura sellaron el título del año al vencer al Deportivo La Dulce en la final.
Dar el salto
Fue el primer título de un dominio que ejerció Rivadavia con grandes equipos esa década fantástica, incluyendo un histórico pentacampeonato. Para Parisey fue una época de intermitencias, con graves lesiones en la rodilla, como la que le impidió probarse en Lanús, ausencias tras radicarse en Buenos Aires, expectativas de dar el salto al profesionalismo con pasos por Alvarado de Mar del Plata y Villa del Parque de Necochea en el Torneo Argentino B, y brillantes momentos dentro de la cancha también con el decano. Al respecto recordó una fugaz prueba en Italia: “Fuimos con el marplatense (Leonardo) Serfaty, 15 días, por un contacto que nos hizo Carlos Chiacchio. Probamos en un equipo creo que la Serie C1 y C2, pero el club estaba dividido entre los jugadores que había traído el DT y los que veníamos por gestión del presidente –o sea nosotros-, por lo que no nos dio ni bola”. Sobre algunas decisiones personales y chances perdidas que le impidieron dar el salto en su juventud, no dudó en comentar que además de las lesiones, “después de jugar 5 o 6 años en Primera y ganar en 2000, encontrar lo que estabas buscando, quizás te relajás un poco. Siempre pensando como un chico de acá de Necochea. No teníamos la cabeza preparada para ir a jugar afuera. Yo no la tenía, ahora es todo mucho más profesional, (los jugadores) van llegando a los 13-14 años pensando en eso”.
Dominando el fútbol necochense
Con Rivadavia la notable racha de títulos continuó en 2003, siendo el goleador con 17 tantos de la campaña que les permitió imponerse, otra vez, tanto en el Apertura como en el Clausura. En 2005 reconquistaron el trofeo desbancando a Racing de Balcarce que había sorprendido el año anterior. Fueron campeones del Apertura y en la finalísima con los balcarceños, Parisey fue clave anotando el gol del campeonato en la noche decisiva en el Panamericano, cuando no había tenido mucho lugar en el equipo previamente. “Entonces vivía en Buenos Aires, venía a jugar y no entrenaba. En la final estábamos con el “Piqui” Palacio en el banco. El “Tavi” (Irigaray) le había tapado no sé cuántos goles a (Fernando) Telechea y me acuerdo que hice el gol ganándole en el primer palo al “Negro” (Leonardo) Díaz, la anticipé con la punta del pie. Fue un título importante porque ellos tenían a Telechea, Cambre, jugadores bárbaros”.
En 2007 comenzaría el pentacampeonato y sería quizás su mejor año, por los 18 goles que marcó en la Liga y porque además el equipo peleó el ascenso nacional llegando a las semifinales de la zona Sur del Argentino C, la mejor campaña del club, perdiendo ajustadamente la serie con Tres Algarrobos. Del pentacampeonato sólo se perdió la campaña de 2008 por una lesión. Fue campeón en 2009, aportando 10 goles, en 2010, como goleador con 18, y también en 2011, en aquellas recordadas finales frente a Estación Quequén.
En tantos años, tuvo varios compañeros en la delantera y no dudó al tener que elegir sólo uno: Pablo Fuhr. “Me jugaba de espalda, era un tremendo goleador y muchos veces hacíamos la misma cantidad. Nos entendíamos bárbaro, fue la mejor dupla”, sentenció más allá de repasar nombres de peso como Del Rosso, Berón, Miotti, Chiarle o incluso el “Filo” Racich.
Habiendo vestido muy pocas camisetas locales, reconoció “Carlin” que “no me hubiese disgustado jugar en Mataderos, alguna vez, por tener tanto barrio, me gustaba la hinchada de Mataderos”.
A la hora de los técnicos, abrió más el juego: “Abel Coria fue el que más nos marcó, y Omar Pérez porque fue al que más tuvimos. A Jorge Garro lo nombro como parte de los años con Abel. Son con los que mejor la hemos pasado”.
Y también se animó a pedir: “Me hubiera gustado tenerlo a Miguel López o a Pablo Fernández, que son lo que más me identifico y me gusta como hacen jugar”.
Era “Naranja”
Por su puesto que también elogió a Alejandro Barberón, el DT que lo acompañó los últimos años en Villa Díaz Vélez. “Se puede decir que terminé mi carrera en un nivel medianamente aceptable en Rivadavia. Seguí jugando para hacerlo con Alejandro y amigos, por el grupo de abogados y la relación con los hermanos Sánchez, Guillermo y Gabriel, que estaban en el club y utilizábamos las instalaciones para jugar. Era un equipo que había tenido sus buenos años pero había lugar para jugadores grandes, hasta que el último año se convirtió en un equipo más importante, con muchos jugadores, y era obvio que por la edad y demás había que dar un paso al costado”, apuntó entre risas sobre las dificultades de pelearle un puesto al “Kuky” Berón y Fernando Montes. “Te va dejando el fútbol, haciéndote a un costado”, admitió.
No tan alejado del club, compartió que “una vez por semana voy. Al quedarme a una cuadra de mi casa, cuando puedo me escapo al entrenamiento, charlo con Alejandro o con Garro. Estoy cerca pero no soy parte de nada, sólo como exjugador”, aclaró aunque no le es ajeno aportar como técnico tras haberlo hecho en infantiles de Rivadavia o en la Sexta del “Naranja”. “Siempre la tenés como posibilidad, pero no me termino de obligar a hacerlo, hoy disfruto tener más tiempo”.
Hoy su alma de DT no parece tener un plantel por dirigir sino un solo destinatario: “Tengo un hijo de 5 años, que aún me cuesta que tome la rutina de entrenar y que le apasione jugar al fútbol. Quiero que lo haga para que viva todo lo que viví yo. El fútbol pasa a ser una de las cosas más importante de uno, lo que más disfruto hacer, ir a entrenar y jugar al fútbol”.///