El encierro y la reinserción en una realidad carcelaria compleja
Junto al juez Mario Juliano y candidatos a concejales de nuestra ciudad, recorrimos la cárcel de Batán, donde se alojan 1.200 internos, de los cuales la mitad trabaja, estudia o realiza un deporte
“Lo más terrible de una cárcel es que quienes entraron en ella no pueden salir nunca”, escribió Jorge Luis Borges. Actualmente la cárcel de Batán aloja a 1.200 internos, de los cuales un centenar es de nuestra ciudad. La mitad de la población carcelaria, se encuentra en este momento realizando alguna actividad deportiva, estudiando, llevando adelante un trabajo o un emprendimiento laboral propio. El encierro en un entorno precario debido a carencias edilicias de todo tipo, es una condición que algunos logran mejorar a través de actividades productivas.
Ecos Diarios recorrió la cárcel junto al juez del Tribunal en lo Criminal 1 de Necochea, Mario Juliano, y los candidatos a concejales locales, Arturo Rojas (Cambiemos), Diego López Rodríguez (1Páis), Luciano Lescano (Cumplir), y Andrea Cáceres (Unidad Ciudadana). De la experiencia, todos coincidieron en destacar la importancia de la reinserción de quienes estuvieron presos en la sociedad, y que la cárcel no sea un lugar que sirva sólo como aislamiento. Para eso, hay proyectos en marcha, que cuentan con el auspicio de Juliano entre otros, como el taller Liberté, autogestionado por personas privadas de su libertad, en el que confeccionan y comercializan artesanías, generando así recursos propios.
La educación
En Batán se viven realidades muy diferentes. “La educación hace la diferencia”, se lee en una de las paredes de la cárcel. Están los que mantienen su espacio y ganan privilegios dentro del encierro gracias a buena conducta; llevan una convivencia forzada pero pacífica, constructiva y en un ambiente más cálido. Pero están los que viven en el sector llamado “villa” o en el “buzón”, donde las condiciones son precarias, y la convivencia suele ser violenta. La infraestructura de años arrastra múltiples carencias: vidrios rotos, humedad, frío, y menos colchones que la cantidad de presos. “Es un edificio muy grande y hay pocos recursos”, mencionaron en el penal.
La reinserción es el eje que destacó Juliano. Hay quienes se dedican a trabajar la tierra, realizando huertas durante todo el año; algunas empresas privadas contratan el servicio de lavandería, por ejemplo, y pagan un jornal de $250 a cada preso; se encuentra funcionando el primer taller autogestionado, en el que trabajan 8 internos y 10 externos desde 2014. Y hay más iniciativas llevándose adelante, como muchos que cursan sus estudios secundarios, una carrera universitaria, realizan un taller o practican rugby u otro deporte.
La cárcel es como un laberinto, para el que entra por primera vez, resulta prácticamente imposible entender la estructura completa del lugar. Ecos Diarios recorrió algunos pabellones y lugares de trabajo y esparcimiento. Ciertos espacios resultan inhóspitos y las carencias son múltiples; otros, muestran esfuerzo y como escribió Borges, se ve que “urgido por la fatalidad de hacer algo, de poblar de algún modo el tiempo”, los presos iniciaron actividades en pos de mejorar su calidad de vida.
“El cambio de las condiciones de vida tienen que venir de acá adentro”, sostuvo Juliano, que conoce muy bien Batán y es reconocido por toda la comunidad penitenciaria por su compromiso por esta causa.
Infraestructura
“Hay veces que nos supera la población entrante con respecto a lo que tenemos”, indicó Juan Montes de Oca, director de asistencia de Batán, en relación al déficit de 80 colchones que tienen actualmente. Nuevamente, el tilde se puso en la intensa actividad que se lleva adelante en el penal, y a los recursos que no siempre son suficientes para abastecer a un lugar tan grande, que funciona como una pequeña ciudad.
Dentro de Batán hay 14 casas en las que viven 56 internos, que obtuvieron ese beneficio por tener buena conducta y haber cumplido la mitad de la condena. Bajo el programa “Casas por cárceles”, estos internos tienen además salidas transitorias.
Las celdas de los pabellones, en cambio, debido a los años de construcción y el eventual mantenimiento, están muy deterioradas, generando ambientes fríos y húmedos.
Batán cuenta con una amplísima cocina, que abastece a la comunidad de más de mil personas. En ella cerca de 20 internos elaboran la comida. Al momento de la visita se encontraban cocinando asado. Juan Marcelo Rodríguez Gómez, oriundo de San Cayetano que cumple una condena de siete años por robo, es uno de los cocineros. “Esto es algo para despejarte, para salir del encierro de la celda y mantener el tiempo ocupado”, dijo, además de mencionar que la convivencia en el ámbito de la cocina lo ayuda a pasar los días. “Son pocos los que tienen la posibilidad de trabajar en la cocina y hay que mantener la conducta”, indicó. “Para mí lo más importante es cumplir la condena y no volver nunca más”, mencionó con seguridad. Rodríguez Gómez encontró su lugar en la cocina, porque según manifestó, en la celda los días se hacen eternos y las peleas son continuas, además de que no tiene quien lo visite, y de esta forma consigue tener la mente ocupada. La noche para él es lo más complicado, momento en el que no puede evitar pensar en la distancia con su familia.
Espacios y vivencias
“La arquitectura penitenciaria es muy poco amable”, sostuvo Juliano. El encierro y las rejas, inevitables para conciliar la seguridad, no brindan un ambiente ameno. Se suma que Batán lleva muchos años funcionando, y el paso del tiempo se siente en cada pared del lugar.
El hospital penitenciario, destacaron, cuenta con muy poco personal profesional, y la atención que se puede dar es la mínima, casi de emergencia, por lo que la sanidad es una cuestión que complica la situación. En este momento hay nueve internos en la sala general, y dos en un espacio aledaño con tuberculosis en estado de contagio, enfermedad que contrajeron por las escasas condiciones de limpieza y la mala alimentación.
Cerca del hospital, se encuentra la huerta, un espacio donde ayudados por el INTA tienen distintos cultivos para consumo de los más necesitados del penal. Julio Peirano, “el brasilero”, hace cuatro años trabaja ahí junto a ocho compañeros. Sostuvo que podrían ser más, pero no cuentan con las herramientas que precisan. “Estoy preso, pero salgo de las ocho de la mañana a las seis de la tarde”, indicó Peirano, quien pasa todo el día en la huerta, lo que le hace transcurrir la condena de una manera más fluida; “estoy más libre que preso, porque tu mente está en otro lugar acá”, expresó, contento por haber encontrado una forma de estar ocupado en el encierro, pero afirmando que “esto te lleva a una experiencia que no querés vivir nunca más”. Según su vivencia, dentro de la cárcel, ayuda estudiar o trabajar, porque se puede estar bien, y evitar la vida dentro del pabellón, donde siempre existen roces y problemas de convivencia.
Otro de los lugares de la visita, fue el centro de tratamiento por las adicciones, donde hay reglas estrictas, y cuentan con el apoyo de psicólogos. Hay doce internos, a los que se le suman 20 que realizan un tratamiento ambulatorio de una vez por semana. Hay terapias individuales y grupales, talleres y diferentes clases. Jonathan Chávez es de Mar del Plata, hace dos meses que está en Batán, y decidió dejar las drogas; “por mi futuro y el de mis hijos”, manifestó. Se siente esperanzado con el tratamiento, y estando lejos de la “población carcelaria”, donde mencionó que “circula mucha droga; aunque hay control de alguna forma siempre pasa”, sostuvo.
En el pabellón evangélico hay cerca de 70 personas que conviven sin generar conflictos siguiendo las reglas del pabellón, además de trabajando o estudiando de acuerdo a su interés. Daniel Iván Mori es de Necochea y hace un año y seis meses que está en Batán, y desde el mes pasado en el pabellón evangélico. Está a la espera de obtener las salidas transitorias, mientras cumple una pena por comercialización de drogas. “Acá se viven cosas buenas y malas, y lo que quiero es un cambio en mi vida”, expresó.
Aislamiento
El sector de asilamiento, también llamado “buzón”, consta de celdas muy pequeñas, que dan a un pasillo que las une y resulta uno de los lugares más inhóspitos de la cárcel. Los internos sólo tienen contacto a través de hendijas que dan a un pasillo en común. Usan espejos para verse las caras, y salen de a uno, ya que se trata de los que más disturbios ocasionan y suelen ser agresivos. Cuentan con escasas condiciones de higiene y durante la visita manifestaron reiteradas quejas. La idea es que permanezcan en el lugar por un plazo corto, debido a las paupérrimas condiciones, pero algunos vuelven por continuar con los conflictos. “Ellos deciden dónde quieren vivir, qué quieren hacer, si quieren trabajar, y la conducta y trayecto que van formando dentro de la unidad pueden hacer que terminen en estos pabellones. Muchos empiezan acá y se dan cuenta que la única forma de salir es cambiando su actitud”, manifestó Montes de Oca. Indicó además que la mayoría de los que están ahí son muy jóvenes, los llamados “berretines”, que suelen tener actitudes negativas contra el servicio, y a pesar de poder tener un trabajo o estudiar, no realizan ninguna actividad y tienen una convivencia negativa. En estos casos hay peleas continuas, en las a veces intervienen, y otras dejan que se arreglen solos, dejando muchas veces heridos.
Vale destacar que la mayor parte de la comunidad carcelaria no supera los 35 años, y resulta notoria la cantidad de jóvenes que rondan los 20 años que hay en todo el lugar.
El trabajo dentro de la cárcel
Dentro de Batán funcionan distintos talleres, de artesanías y de hormigón, entre otros. Javier Pampa forma parte de uno de ellos. La idea surgió de la necesidad; está detenido, era sostén de familia y vio que la situación hizo que su familia tuviera que mantenerlo a él. “Queremos trabajar, hemos cometido errores, pero tenemos dos opciones, podíamos hacer lo que hace la mayoría en la historia carcelaria: ser un preso, vivir del Estado y quedarse encerrado en una celda pensando cosas que no tenés que pensar, o esta, generar un microemprendimiento, y tener un taller”.
Desde 2014 funciona de esta forma el taller Liberté, que lo primero que logró es que las familias no tuvieran que gastar dinero para llevarle a los internos. Hoy, el taller tiene ocho integrantes, y 40 familiares viviendo de su producción, que comercializan a través de Mercado Libre, para lo que les ayuda un civil, que está fuera de la cárcel y colabora a cambio de nada. Cuentan además con el padrinazgo de Juliano, María Josefina Ignacio, la Asociación Pensamiento Penal y Luis Becedillas. “Perdimos la libertad ambulatoria, y lo que no queremos perder son las otras”, manifestó Pampa, quien lleva cinco años y seis meses en el penal.
A su vez, hay 190 internos que trabajan para empresas privadas a cambio de un sueldo. Hay una pesquera, un lavadero, zapatería, y fábrica de envases. También están los microemprendimientos, donde se hacen morrales, portatermos, y billeteras, entre otras cosas. El servicio brinda el lugar, y ellos mismos lo adaptan a sus necesidades con medios propios, privilegio que obtuvieron gracias a su buena conducta.
La lavandería es una de las fuetes laborales, donde trabajan 18 internos para empresas que les brindan capacitación y trabajo, bajo el Plan Incluirte. Con un jornal de seis horas, reciben alrededor de $260, lo que les sirve para ayudar a sus familias, y para un fondo particular con el que pueden adquirir mediante la cantina de la unidad lo que puedan necesitar, como azúcar y yerba.
La Pastoral
La Pastoral, es un centro de estudios universitarios y talleres en general, integrado por 18 internos. Fue el último lugar de la visita, y ciertamente el clima es otro. Quienes comparten el espacio lo hacen de manera armónica, guiados por las ganas de incorporar nuevos conocimientos a través de la cultura y el arte.
Al momento del ingreso, se encontraban cantando y tocando la guitarra, Luego, ofrecieron café y tortas, para entablar un diálogo con los candidatos a concejales. El resultado fue un nutrido intercambio, a través del diálogo y las reflexiones, que todos los presentes consideraron por demás positivo.
“Gracias a este lugar podemos salir del encierro de los pabellones”, mencionaron. Algunas de las actividades incluyen clases de cultura general, inglés, guitarra, ajedrez y pintura, mientras que todas las tardes hay alguna clase para compartir.
Cuentan además con un gimnasio, realizan recreaciones deportivas, y resulta ser el lugar adonde pasan el día quienes siguen las reglas de convivencia, para dirigirse por la noche al pabellón. Mantienen una conducta no violenta con ellos mismos y sus compañeros. “Se trata de una relación de respeto mutuo”, indicaron. Además, como eje de su conducta, sostuvieron que la mejor forma de reparar el daño hecho a la sociedad, es a través de la educación, resistiendo al sistema punitivo armado solamente para castigar.
Tótaro tras las rejas
El necochense Carlos Tótaro hace cinco años que está preso en Batán por el homicidio de Norberto Oscar Baio. El terrible caso de la desaparición del joven de 22 años, tiene a los hermanos Tótaro como protagonistas. Ellos, se encuentran compartiendo un mismo pabellón en Batán. En diálogo con Ecos Diarios, Carlos Tótaro relató que “no les puedo decir que estoy bien porque estoy dentro de una cárcel, salí de mi casa y dejé a mi familia para estar detenido”. Aún así, dijo que pudo terminar sus estudios secundarios, y es parte de un programa Prohuerta, perteneciente al INTA.
En relación a la causa, sostuvo que “no declaramos por consejo de nuestro abogado, que a mitad de causa nos dejó”. Luego realizaron una declaración ante la fiscalía, ya dentro del penal, pero afirmó sentirse arrepentido de no haber declarado en un comienzo.
“Lamentablemente la familia Baio y la nuestra están igualados en casos desiguales, ellos están buscando a un hijo que está desaparecido, y mi familia tiene sus tres hijos dentro de la cárcel”, sostuvo Tótaro. “Seguimos con la presunción, no nos han comprobado el homicidio”, manifestó.
El interno expresó también que desea encontrar a Baio cada día, “para salir de estas rejas”. En cuanto a los padres del joven, sostuvo que les diría que sigan en su lucha, para que se esclarezca el hecho.
“Ya llevo cinco años acá y no es nada agradable, llevo perdidos años de mi vida”, dijo.
Luego se contradijo al afirmar que “nosotros sabemos lo que sucedió, por eso fuimos 15 días por voluntad propia a declarar sin que la justicia nos llamara”. A lo que lo siguió la mención de que “si supiera lo que sucedió estaría hablando para que se esclarezca, y si fuera culpable lo pagaría yo en vez de mis hermanos, porque somos tres de la familia acá”.
Políticos involucrados con la actualidad carcelaria
Esta es la primera vez que candidatos a concejales recorren la cárcel de Batán. Luego de la visita, cada uno relató su parecer en relación a lo que vieron y qué les sugirió la situación carcelaria actual y las condiciones de vida de los internos.
Luciano Lescano, se mostró interesado en la realidad en que viven y en la perspectiva que tienen los reclusos, en “la superación personal fundamentalmente”, sostuvo. “La cárcel debe ser un lugar de reinserción, que es algo que nosotros planteamos”, indicó. En relación a las experiencias autogestivas que realizan los internos, consideró que le parecen fructíferas, ya que el que cometió un delito está cumpliendo una pena, pero también está contribuyendo a su reinserción en la sociedad.
Andrea Cáceres fue una de las que más se acercó a los internos, entablando diálogos con varios de ellos. “Es fuerte. Creo que un problema estructural que tiene el servicio penitenciario es no poder brindarle oportunidades a aquellas personas que cumplieron con una condena, dándoles una oportunidad de volver a trabajar y construir un futuro. Es una deuda que nos tenemos como sociedad”, manifestó. Junto a Juliano, reflexionaron sobre los posibles cambios, que aunque muchas veces se espera que vengan de afuera, consideraron importante el hecho de que surjan “de adentro”, ayudados por el compromiso de todos. Cáceres hizo hincapié en la importancia de las oportunidades para estudiar o trabajar de los presos, además de condiciones dignas de vida. Consideró “importante estar cerca, conocer la realidad, y comprometerse”.
Arturo Rojas destacó la importancia de generar trabajo y oficios dentro del penal. Consideró que existen deficiencias que deben ser subsanadas a través de políticas de recuperación y resocialización. Sostuvo la importancia de “generar la conciencia desde adentro”, además de dar la posibilidad de que la persona en el momento que esté en libertad vuelva a reinsertarse, cuestión que muchas veces no cuenta con el acompañamiento del Estado. “Uno acá ve una parte, pero también se falla a la hora de dar asistencia a las víctimas”, indicó. “Creo que todo en un país se basa en la educación y la cultura y es lo que venimos perdiendo hace muchísimo tiempo en la Argentina”, manifestó. Generar la conciencia del trabajo y la educación, afirmó que es para él una prioridad, dentro de un sistema que ha venido fallando y necesita ser repensado, para generar igualdad de oportunidades. “Tiene que haber una política de educación pública que trascienda al gobierno en particular, creo que esa es la clave de una Argentina más próspera, donde cada vez haya menos personas que delincan”, expresó.
Diego López Rodríguez, sostuvo que tenía una expectativa mucho más baja en cuanto a la realidad que se vive adentro del penal. “Con los preconceptos que se traen de afuera, uno piensa que la realidad está mucho peor, y te das cuenta que hay una gran cantidad de privados de la libertad que están haciendo un gran esfuerzo por salir adelante, aunque hay otros que no”, expresó. Las condiciones de la unidad no ayudan en su totalidad, mencionó, pero tampoco impiden a aquellos que quieren salir adelante tener la posibilidad de trabajar o hacer deportes, por ejemplo. “Mejorando las condiciones y haciendo un trabajo un poco más superador al que se hace hoy en día, se pueden obtener muchísimos resultados favorables”, dijo. Consideró que “es una visita en la cual salgo esperanzado”. Después, está en la sociedad afuera de qué manera se recibe a los que estuvieron privados de su libertad, lo que le parece un debate necesario. Si se aprende un oficio en la cárcel, pero afuera se les cierran las puertas constantemente, el resultado de lo que se haga adentro no serviría, destacó.
Un hecho poco menos que inédito
Por Mario Juliano (*) – Para Ecos Diarios
La Unidad Penal 15 de Batán fue testigo de un hecho poco menos que inédito: la presencia del mundo de la política visitando el ámbito carcelario. Cuatro candidatos a concejales, cabeza de sus respectivas listas, en un gesto de madurez y convivencia cívica, digno de ser puesto de relieve.
Las prisiones son una parte de la sociedad. Probablemente la parte que muchos no quieren ver. De tal manera que la presencia de los candidatos en Batán refuerza un positivo compromiso por transformar la realidad sobre la base del conocimiento directo y pensar en sociedades integradas, donde todas las personas tengan la posibilidad de la realización personal y colectiva.
(*) Juez del Tribunal en lo Criminal 1 de Necochea