Aprendizajes
Si bien Milei desde lo discursivo proyecta una imagen de intransigencia, últimamente está más dispuesto a ceder para lograr resultados
El presidente Javier Milei consiguió, finalmente, que la Cámara de Diputados aprobara las primeras iniciativas oficialistas en casi cinco meses de gestión de gobierno.
Más allá de lo inédito de esta situación -jamás un Presidente hubo de esperar tanto-, y del reconocimiento de que el tratamiento legislativo de la remozada Ley de Bases y el paquete fiscal aún tienen que recorrer un difícil e incierto camino en el Senado, lo ocurrido el martes pasado en la cámara baja podría trascender el mero hecho formal de la media sanción de ambas iniciativas.
Es que para poder conseguir, en el marco de un Congreso en el que se encuentra en manifiesta minoría, que 140 voluntades apoyen en general una iniciativa que introduce profundas reformas estructurales, el oficialismo debió negociar y ceder en muchas de sus pretensiones originales.
¿Se trató de un giro pragmático ante una realidad irreductible a muchos de los planteos más extremos del reformismo libertario? ¿Son concesiones puntuales que entrañan una suerte de repliegue táctico ante necesidades y urgencias de la propia coyuntura, a la espera de condiciones más propicias tras las legislativas de 2025? O, más sugestivamente aún, ¿son la manifestación evidente de las contradicciones entre el discurso rupturista del libertario y las posibilidades de su implementación concreta?
Más allá de la pertinencia de estas hipótesis, lo cierto es que el gobierno parece venir recorriendo una suerte de “curva de aprendizaje”. Un presidente que, desde lo discursivo sigue proyectando una imagen de intransigencia y enarbolando las banderas del “todo o nada”, parece hoy dispuesto a ceder para conseguir resultados que, en muchos casos, son mucho más modestos que los proclama su narrativa exaltada y rupturista.
No solo ocurrió con la nueva versión de la Ley de Bases, que finalmente vio fuertemente acotadas las delegaciones de facultades extraordinarias, que excluyó de las privatizaciones a empresas como el Banco Nación, que protegió al Conicet, el INCAA o la ANMAT de una potencial decisión tendiente a su eliminación, entre tantas otras concesiones que hicieron posible su aprobación en Diputados. También esta semana que pasó hubo otras señales evidentes de “aprendizaje”, como en el conflicto con las universidades nacionales o en la relación con la República Popular de China, por citar dos de los ejemplos más relevantes.
En este marco, incluso algunos axiomas repetidos hasta el cansancio como “no hay plata” u “olvídense de la obra pública”, o mantras como el de la desregulación o el shock liberalizador, ya demuestran ser más recursos discursivos que mandamientos inviolables: provincias como Tucumán o Chaco recibieron en abril anticipos de la coparticipación, se conversa sobre la posibilidad de reactivar algunas obras públicas puntuales, se postergan las subas de tarifas, y se fijan topes para los aumentos de cuotas de las prepagas de la salud.
Como reza el refrán, “la necesidad tiene cara de hereje”. Es que más allá de que aún el gobierno mantiene altos niveles de apoyo -aún con algunas señales de alarma como el desgaste evidenciado por el Índice de Confianza del Gobierno de la Universidad Di Tella-, junio se avizora como una suerte de “mes bisagra”, en el que no solo podría registrarse por primera vez un desequilibrio fiscal (por la incidencia de aguinaldos, ajuste jubilatorio y pago de parte de la deuda de la estatal Cammesa con las empresas generadoras de energía), sino en el que, por el lado de los ingresos, el Gobierno aspira a darle cierto respiro a la clase media para estimular la recuperación del consumo.
Así las cosas, restará despejar la incógnita respecto a lo que podrían ser quizás dos de los aprendizajes más importante de cara a los desafíos que se vienen: en primer lugar, si se asume que la “motosierra” tiene límites que pueden tornar el ajuste insostenible, y que debe ser reemplazada por herramientas quirúrgicas más precisas; y en segundo lugar, que si bien las herramientas que están previstas en la Ley de Bases son importantes para dar certidumbre y gobernabilidad ///
Por Gonzalo Arias-Sociólogo
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